El oscuro brillo del diamante

01 ene 2005

El carbono es uno de los elementos más comunes de la naturaleza y, sin embargo, su precio es astronómico. Al menos si ha sufrido temperaturas superiores a los 1.000ºC y presiones de varias toneladas por centímetro cuadrado a cientos de metros de profundidad en el interior de la Tierra. En estas condiciones apocalípticas, el humilde compuesto se habrá convertido en un diamante.

Esta gema, cuya extracción y explotación está en manos desde hace cien años de la mítica De Beers, ha sido objeto de disputas que han costado cientos de vidas en países productores como la República del Congo o Sierra Leona. Pero, aunque no es muy conocido, además del componente de ornamentación también se explota industrialmente.

Pocas compañías, por no decir ninguna, han tenido una reputación tan conflictiva como De Beers, primer extractor y comercializador de diamantes del mundo. En la mochila de su historia ha tenido que soportar acusaciones de monopolio o de contribuir a provocar miles de muertos por su política de extracción de gemas en zonas en conflicto de África.

Lo cierto es que históricamente esta famosa empresa con sede en Londres y Johanesburgo (Sudáfrica) ha tenido el control absoluto sobre el mercado de los diamantes. Sin embargo, en los últimos meses algunas cosas han cambiado para preocupación de sus hasta ahora todopoderosos directivos.


En primer lugar, los fabricantes israelíes han conseguido hacerse con el 20% del mercado mundial y han rebajado la cuota de De Beers al 60%. Algo inaudito y que ha logrado reducir –aunque sea levemente– el precio de las piedras preciosas. El halo de misterio y oscurantismo que envuelve a las transacciones de estas gemas no han dejado que trascienda al gran público que el elevado precio que tienen los diamantes es consecuencia del monopolio de facto que ejerce la compañía anglosudafricana.

El valor de este compuesto del carbono es artificialmente alto porque De Beers controla el 60% de las piezas que hay en el mercado. Si un año se colocan demasiados diamantes en el mercado, las gemas se guardan hasta que el sector recupere los precios. De esta forma se consigue que nunca bajen de valor. ¿Se ha preguntado alguna vez por qué los precios jamás descienden en las joyerías?

La explicación reside en el férreo control que ejerce en todos los procesos: desde la producción a la comercialización. Si hay peligro de que los precios caigan reduce la extracción de sus minas y obliga a sus clientes a quedarse en stock una cantidad de gemas. Esta es la razón que explica por qué ni siquiera en tiempos de crisis se pueden adquirir estas piedras preciosas a valores más reducidos.

Pero la compañía se ha visto obligada a hacer unos ajustes hasta ahora impensables. En 2001 –ante el avance imparable de los competidores– se vio forzada a crear una joint venture con el grupo de lujo LVHM –Louis Vuitton Moet Hennessy– , para hacer de De Beers una de las marcas que comercializa LVHM. Con esta alianza, que ha requerido el visto bueno de la Comisión Europea, se han abierto dos tiendas, una en Londres y otra en Tokio y se planea abrir otra tercera en Nueva York.

odo en aras de seguir manteniendo vivo el lema de su archifamosa campaña de publicidad Un diamante es para siempre, que cumplió dos misiones importantísimas: convencer al público de que el único regalo perdurable de verdad en el mundo era un diamante y limitar el mercado de las piedras usadas. Un sector al que De Beers ha tratado de cerrar la puerta constantemente, ya que son piezas que escapan a su control y sobre las que, por lo tanto, no puede establecer los precios. Nunca una campaña de publicidad –iniciada en 1939– produjo tantos beneficios a una compañía.

Prohibición de entrar en Estados Unidos

Sin embargo, la firma anglosudafricana, obligada por las circunstancias, no por ningún deseo en especial, ha tenido que levantar la mano sobre el estricto control que ejerce en el mercado.

Desde hace más de diez años, Nicky Oppenheimer no podía entrar en Estados Unidos porque corría el riesgo de ser detenido y acabar en la cárcel. De hecho, su nombre aparecía en la lista negra de los ordenadores del Departamento de Justicia. Esta prohibición afectaba a toda su familia. De poco le servía ser uno de los hombres más ricos del planeta y estar al frente de la todopoderosa De Beers. Ni siquiera los ejecutivos del consejo de administración que preside podían pisar suelo norteamericano. ¿El motivo? Las inflexibles leyes antitrust norteamericanas que consideran el monopolio un delito federal.

En este caso, el tribunal federal del distrito de Columbus (Ohio) acusaba al cartel que formaron a principios de los años noventa las compañías General Electric (GE) y De Beers de llegar a acuerdos para fijar el precio de los diamantes industriales dentro y fuera de los Estados Unidos. Una tarta de nada menos que 500 millones de dólares.

El proceso se abrió en 1994 y GE fue apartada del mismo por falta de pruebas mientras que la productora de diamantes comenzaba a negociar con la Administración. Al final, todo ha quedado en una exigua multa de diez millones de dólares. Por lo tanto, desde el mes de julio pasado la compañía puede negociar libremente en Estados Unidos y dejar el sistema de intermediarios que venía utilizando hasta la fecha.

Se trata de una cantidad insignificante para una empresa que mueve al año nada menos que 5.520 millones de dólares y 676 millones en beneficios durante 2003 y que sólo en publicidad gasta anualmente 180 millones de dólares. Entonces, ¿por qué no había llegado antes a un acuerdo, si la cantidad era mínima para este gigante empresarial?

La respuesta está en la competencia. La entrada de nuevos competidores, sobre todo de Australia, Rusia, Israel o Canadá, ha producido que De Beers esté perdiendo cuota de mercado paulatinamente. Según algunas estimaciones, habría pasado en diez años de controlar el 70% del sector en todas sus categorías a un actual 40% [otras fuentes hablan del 60%]. Esta vertiginosa caída –en un negocio que factura en el mundo la interesante cifra de 60.000 millones de dólares– ha hecho reaccionar a la firma y cerrar el acuerdo lo antes posible.

El retorno a Estados Unidos de la compañía diamantífera presagia un aumento espectacular en la competencia dentro del sector del lujo. En este mercado rivaliza a través de LVHM con el grupo Richemont –dueños de Cartier y Van Cleef & Arpels–. Una primera muestra de esta situación la pone de manifiesto, como hemos visto, la apertura de una tienda en Nueva York de la mano de Louis Vuitton.

En esta nueva estrategia comercial también encaja una mejora de su deteriorada imagen pública. Parece que la empresa diamantífera está empezando a terminar con algunos fantasmas que tanto le habían perjudicado en el pasado. Desde luego, la peor acusación que ha tenido que soportar, muy por encima del sistema de monopolio de hecho que representa, es la de contribuir a la inestabilidad política y social en zonas de África en las que extraen gemas. El Grupo ha adoptado el compromiso de que "“ninguno de los diamantes que vende a través de DTC [su filial para la comercialización] han sido extraídos en áreas controladas por rebeldes que se oponen a gobiernos legítimos”".

Tanto es así que Gary Ralfe, uno de los principales ejecutivos de la empresa, ha declarado que: “"Aunque el comercio de gemas en zonas en conflicto es incuestionablemente pequeño, un único diamante extraído en estas condiciones ya es demasiado. [...] Los diamantes son la herencia de la gente de Sierra Leona, Angola o Congo. Una herencia que debe ser usada para proporcionar desarrollo y prosperidad, como se ha hecho y se continúa haciendo en naciones como Sudáfrica y Bostwana”". Estas son las buenas intenciones de la compañía; lo cierto es que la comunidad internacional está mirando con lupa para que estas bienintencionadas palabras se transformen en hechos.

Diamantes sintéticos a mitad de precio

Últimamente a De Beers parece que le crece la competencia por todas partes. En el sector de los diamantes industriales y artificiales (dos mercados que tradicionalmente ha controlado) se están produciendo avances que ponen en peligro su hegemonía. Tanto es así que ya hay compañías, como las americanas Gemesis Corp. y Apollo Diamond, que fabrican en sólo tres días gemas de composición y apariencia idénticas a las de verdad, que se venden, eso sí, a mitad de precio que unas genuinas.

General Electric y Sumitomo crearon hace varias décadas piedras pequeñas para uso industrial, pero hasta la fecha nadie había conseguido replicar los diamantes naturales con tanto grado de calidad y tamaño. El descubrimiento, que puede dar la vuelta como un calcetín al sector, se basa en reproducir en la tierra las mismas condiciones que dieron lugar en el subsuelo a las gemas.

En concreto, Gemesis trabaja en sus instalaciones en Florida con 24 máquinas que simulan las condiciones de temperatura y presión en las que se crearon: una temperatura superior a 1.000º centígrados y una presión equivalente a varias toneladas por centímetro cuadrado. La empresa produce, por ahora, unas 200 piedras mensuales pero no descartan aumentar la producción a medida que vayan solventando los problemas técnicos que genera la elaboración en serie.

El diamante sintético se puede producir utilizando fórmulas, tal y como se ha visto, que simulan las condiciones originales de su creación. Esto supone someterle a elevadas presiones y temperaturas que convierten el grafito (carbono con un nivel de dureza mínimo) en una forma cristalina de carbono-diamante de muy elevada dureza. Otro camino es someter al grafito a una serie de explosiones que genera lo que se denominan ondas de impacto de temperatura y presión de breve duración. Estamos hablando de una industria tremendamente competitiva ya que en el mundo cerca de 15 países tienen la tecnología necesaria para producir este tipo de piedras.

Los diamantes industriales son verdaderas joyas para muchos sectores económicos. Las gemas naturales cuyas características de color, tamaño, forma o claridad no son aptas para la comercialización en joyerías se emplean básicamente como abrasivos y se utilizan en diversos procesos de la industria. Sus cualidades hacen único al diamante.

Es el material más duro que se conoce, algo que abre las puertas a infinidad de aplicaciones. Por ejemplo, a pesar de ser más caro que otros materiales que cumplen unas funciones similares, es el mejor instrumento para hacer cortes de precisión sobre todo tipo de superficies. Esta es la razón por la que es usado por el 90% de la industria en este tipo de operaciones.

Como en otros sectores, el principal mercado para esta piedra es Estados Unidos. En concreto, en 2003 la producción fue de 236 millones de quilates frente a los 219 de 2002. Además, la demanda es constante. El tirón del sector de la construcción y las licitaciones públicas de la Administración Bush (junto con los gastos en la industria armamentística) son las dos principales fuentes de ingresos para este mercado en Norteamérica. Por lo que los expertos auguran que los próximos años serán buenos para el sector.

Diamantes en Venus

Una de las firmas pioneras en este mercado es Element Six, la empresa líder en ventas de diamantes industriales del mundo. Por cierto, su nombre, Sexto Elemento en español, procede del hecho de que el diamante es una forma de carbono y además el sexto elemento de la tabla periódica. Pues bien, esta compañía representa perfectamente cómo funciona este sector tan poco conocido. La firma es propiedad de De Beers; jugando esta carta la empresa diamantífera se quiere asegurar también el control de esta parte del mercado.

Element Six –explica en su página web (www.e6.com)– es la principal compañía del mundo de materiales superabrasivos y diamantes industriales de alta calidad. Los productos de diamante se emplean en la manufactura de herramientas con diversas aplicaciones, entre las que están el pulido, corte y taladro de diversos materiales, como metales ferrosos y no ferrosos, piedras naturales, concreto, plásticos, vidrios, cerámicas, etcétera.

Además, distintos derivados del diamante industrial se están utilizando en aplicaciones médicas, ópticas, de radiofrecuencia, de administración térmica y de precisión. De hecho, en 1997 una ventana de diamante natural de Element Six se utilizó en la nave espacial Pioner Venus para realizar experimentos de radiofrecuencia en la inclemente atmósfera venusiana.


 


El privilegio de ser ojeador
 

Es un derecho que pasa de padres a hijos. Sentados en unos pequeños pupitres que recuerdan a un aula universitaria, 125 sightholders (ojeadores) se ocupan de abrir unos pequeños sobres de papel de seda doblados varias veces sobre sí mismos. Nadie diría que en su interior hay diamantes por un valor mínimo de 10 millones de dólares. Sin embargo, diez veces al año los ojeadores de De Beers acuden a las oficinas que tiene la empresa en Londres para realizar este proceso.

Es una tarea minuciosa, que requiere una gran experiencia. Hay que analizar pieza a pieza la calidad de las piedras y desechar, si fuera el caso, aquellas con las que no se esté de acuerdo (algo por cierto bastante inusual). De esta selección saldrán los pedidos que a cada sightholder le han hecho sus clientes. Ellos decidirán a quién irá cada una de las piedras seleccionadas. Los ojeadores deberán pagar los diamantes en metálico a un precio innegociable que, evidentemente, fija la compañía anglosudafricana.

Uno de los grandes secretos es cómo y cuándo se trasladan los ojeadores y las piezas a Londres. Los sistemas de seguridad son tan draconianos que poco se sabe de las fórmulas para convocar a los sightholders y menos aún las maneras para trasladar los diamantes que se compran y venden. De Beers guarda celosamente todos estos detalles.
 


Números brillantes en De Brees

El mercado de los diamantes se está recuperando con fuerza después de que el año pasado la Guerra de Iraq y la epidemia de neumonía atípica en los países más pujantes de Asia afectaran negativamente al sector. Las ventas en el canal de joyería han aumentado en los primeros seis meses del año en Estados Unidos a un ritmo del 6-7% con respecto al mismo periodo del año pasado, según datos de De Beers. Son unos porcentajes que se pueden extrapolar a Europa.

En este mercado tan especial, hay que distinguir entre diamantes tallados y en bruto. Los primeros, según explican en la propia De Beers, han visto como, a pesar de que el stock de estas gemas ha ido aumentando en los centros de tallado, sus precios han evolucionado al alza. Por otro lado, la demanda de gemas en bruto ha sido consistente durante los seis primeros del ejercicio, de hecho en este periodo se incrementaron las ventas un 2,16% hasta alcanzar los 2.983 millones de dólares.

A partir de estos dos nichos de mercado, los beneficios de la compañía anglosudafricana de enero a junio de 2004 fueron de 424 millones de dólares, un 12,8% superiores a los conseguidos en la primera mitad de 2003. Otros apartados del balance de la empresa también se comportaron con solidez. El cash flow (ingresos más amortizaciones) se situó en los 870 millones y se destinaron 250 millones de dólares al pago de dividendos. Con lo que los accionistas de De Beers deben estar sin duda bastante contentos.


 


Principales productores de diamantes en 2003 (En porcentaje)
República del Congo: 7%
Angola: 12%
Australia: 5%
Bostwana: 25%
Canadá: 11%
Namibia: 5%
Rusia: 18%
Sudáfrica: 12%
Otros: 5%
Fuente: De Beers

 


Principales productores de diamantes en 2002 (En porcentaje)
República del Congo: 5%
Angola: 13%
Australia: 5%
Bostwana: 25%
Canadá: 8%
Namibia: 7%
Rusia: 21%
Sudáfrica: 11%
Otros: 5%
Fuente: De Beers
Principales compradores de diamantes en 2003
América del Norte y América del Sur: 48%
Europa: 10%
Japón: 10%
Asia Pacífico: 10%
Países árabes: 12%
Resto del mundo: 9%
Fuente: De Beers